'La Bestia' (The american way of death)

La Casa del Migrante de Saltillo es un albergue ubicado  en la capital del estado de Coahuila – Saltillo (México)...

(...)  Jorge Andrés Gordillo López, voluntario activo a partir de julio del 2012 adscrito al  Servicio de Jóvenes Jesuitas Voluntarios, ha trabajado junto con los migrantes en un taller de escritura y una campaña para impulsar la lectura dentro del albergue. Un eslabón fundamental para los migrantes fue la lectura del poema 'La bestia' de Daniel Rodríguez Moya quien los acercó a la poetización de su realidad. Como resultado del taller, varios migrantes han escrito poemas que narran el viaje que emprenden desde sus países de origen hasta los Estados Unidos. (...)

 

Extracto del artículo Antes de pasar la frontera. Poesía de migrantes centroamericanos (Revista Círculo de Poesía)

La Bestia, el tren que no se detiene

(18 de julio, 2013).- Daniel Rodríguez Moya habló de México porque le fue imposible retratar la misma situación de migración vivida en su natal España. Este poeta andaluz, originario del poblado de Granada, misma tierra de Federico García Lorca, tomó cinco meses para redactar su poema “La Bestia”, que inicia así.

 

Tan filoso es el viento que provoca / la marcha de la herrumbre /

sobre largos raíles, / travesaños del óxido… / Y qué difícil es / ignorar el cansancio, mantener la vigilia / desde Ciudad Hidalgo / hasta Nuevo Laredo, /

sobre el ‘Chiapas-Mayab’ que el sol inflama.

 

(Extracto del artículo La Bestia, el tren que no se detiene)

'La Bestia'

(The American way of death)

 

 

 

                                    Somewhere over the rainbow

                                    Way up high,

                                    There's a land that I heard of

                                    Once in a lullaby.

                                                           E.Y. Harburg.

 

 

                 Pero el horrible tren ha ido parando

                 en tantas estaciones diferentes,

                que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,

                ni los sitios,

                ni las épocas.

                                                           Dámaso Alonso.

 

 

Tan filoso es el viento que provoca

la marcha de la herrumbre

sobre largos raíles,

                            travesaños del óxido...

Y qué difícil es

ignorar el cansancio, mantener la vigilia

desde Ciudad Hidalgo

                            hasta Nuevo Laredo,

sobre el ‘Chiapas-Mayab’ que el sol inflama.

 

Nadie duerme en el tren,

                    sobre el tren.

                 Agarrados al tren

                   todos buscan llegar a una frontera,

a un sueño dibujado como un mapa

         con líneas de colores:

una larga y azul que brilla como un río

que ahoga como un pozo.

 

Atrás quedan los niños y su interrogación,

las manos destrozadas de las maquiladoras

que en un gesto invisible

dicen adiós,

                   espérenme,

es posible que un día me encarame a un vagón.

 

 

Queda atrás Guatemala,

                            Honduras, Nicaragua, El Salvador,

un corazón de tierra que late acelerado.

 

Las gentes congregadas muy cerca de la vía

con un trago en la mano,

el olor a fritanga y a tortilla

como si fueran fiestas patronales,

esperando el momento para subir primero,

y no quedarse en el andén del polvo,

montar sobre ‘La Bestia’, en el ‘Tren de la Muerte’

o esperar escondidos adelante,

en los cañaverales,

                   con un rumor inquieto.

                            Y esquivar a la migra.

 

Después habrá silencio durante todo el día,

                            un silencio asfixiante,

como un arco tensado que no escogió diana

y una tristeza

de funeral sin cuerpo

                            y paz de cementerio.

 

Es mejor no pensar en las mutilaciones,

en la muerte segura que hay detrás de un descuido

o en los rostros tatuados.

Amenazan igual que los jaguares,

aprovechan la noche y sus fantasmas

y ya todo es dolor y más tragedia.

 

Es tan lenta la noche mexicana...

                            Bajo la luna inquieta

una herida de hierro y de listones

traza un perfil oscuro,

                            un reguero de sangre que seguir.

El olor de la lluvia sobre la tierra seca

se corrompe mezclado con sudor y gasóleo.

Es agua que no limpia, que no calma la sed,

                                     que sucia se derrama

entre las grietas de la vieja máquina,

una oscura metáfora del animal dormido.

 

Escrito en un cartel: “Nuevo Laredo.

                                              ¡Lugar por explorar!”

                            El coyote ya espera

para cruzar el río,

                   atravesar desiertos,

y burlar el control, la border patrol,

los perros, helicópteros,       

         ¿aquello tan brillante es San Antonio?,

el sol de la injusticia que percute las sienes.

 

Sopla el viento filoso en la frontera

y otro tren deja atrás el río Suchiate,

los niños, las maquilas,

                            la arena de un reloj que se hace barro.

 

Transitan los vagones por los campos

donde explotan las más extrañas flores.

Pasan noches y días

como sogas del tiempo en marcha circular.

Cada milla ganada a los raíles

aleja en la llanura otra estación del sur.

 

Marcha lenta la máquina

                            con racimos de hombres a sus lados.

El humo del gasóleo

difumina un perfil que se pierde a lo lejos.

 

Ha pasado ‘La Bestia’ camino a la frontera.

 

Avanza hacia el norte

 

                            el viejo traqueteo de un tren de mercancías.