Las cosas que se dicen en voz baja

Las cosas que se dicen en voz baja es el libro de poemas más reciente de Daniel Rodríguez Moya. Con él ha obtenido la XXXIX edición del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Burgos y ha sido publicado por la editorial Visor, 

 

Las palabras altisonantes, los grandes enunciados, la solemnidad del lenguaje, encierra muchas veces un gran vacío. Es parte de uno de los signos de nuestro tiempo. A través, sobre todo, de los medios de comunicación, estamos acostumbrados a escuchar frases lapidarias, contundentes afirmaciones que son muchas veces tan sólo un escaparate, una ventana que reluce tanto que no deja ver lo que hay al otro lado.

 

Estos poemas reivindican las cosas que se dicen en voz baja, sin afectaciones ni grandilocuencias. La primera parte del libro reflexiona precisamente sobre el propio lenguaje, que es el modo en el que nos podemos explicar el mundo. Si permitimos su manipulación, las palabras al final se despojan de su sentido y terminan pareciendo su contrario. Cuanto más alto se gritan palabras como verdad, justicia, libertad, parece que más se confunden con un murmullo difícil de desentrañar.

 

La segunda parte del libro, apuntes para un retrato generacional, arranca un viaje sobre los raíles de la bestia, un tren que atraviesa México de punta a punta cargado de inmigrantes centroamericanos que buscan llegar a la frontera con los Estados Unidos. Y aunque se habla de un tren, podría ser del mismo modo la patera cargada de subsaharianos que cruzan el Estrecho o un barco que también navega en el libro, cargado de exiliados. El despojo del lenguaje conduce también a otros despojos.

 

El libro finaliza reivindicando esas cosas que se dicen en voz baja y que resultan ser las más ciertas de la vida: la inocencia, la amistad. Me gustan los poemas y me gusta la vida es un verso de una niña con cáncer que asistía a un taller de poesía en Managua, a cargo de Ernesto Cardenal. Con esa sencillez y sinceridad se declaran las cosas que verdaderamente valen la pena. No hace falta alzar más la voz para hacerse entender.